El
período entre 1959
y 1975 supuso
un crecimiento económico para España sin precedentes, al que
contribuyeron una serie de factores favorables: la expansión generalizada de la economía
capitalista, la llegada de capital extranjero, la instalación de grandes
empresas multinacionales, etc. Al mismo tiempo, España recibía las divisas que
aportaban turistas y emigrantes, con las que hizo frente a la compra de
petróleo, a la importación de bienes industriales y a la nivelación de la
balanza de pagos.
Durante esta época el estado puso en funcionamiento
los planes de desarrollo y una política regional basada en los polos de
desarrollo y promoción, entre los que destacaron los de Huelva, Córdoba,
Granada o Burgos.
A pesar de que los planes de desarrollo
no dieron los resultados previstos, se consiguieron objetivos muy importantes,
el más notorio de los cuales, sin duda, fue que el PIB alcanzó un índice de
crecimiento anual en torno al 7%.